Sunday, May 19

‘Yogui’: un místico de nuestro tiempo

Por Guen Samten Kelsang. 

Este artículo celebra la vida y la muerte de Guen Kelsang Tharpa. Es el amigo más antiguo que tengo y compartimos muchos momentos dulces, divertidos y profundos juntos, así como muchas aventuras salvajes.  Me siento honrado de poder compartir algunos pensamientos afectuosos sobre mi querido amigo.

Conocí a Guen Tharpa cuando llegué por primera vez al Instituto Manjushri en 1983. Tenía un deseo ardiente de realizar la vacuidad e iluminarme.  En ese momento Guen Tharpa estaba impartiendo enseñanzas del programa de estudios de Gueshe, más precisamente un curso sobre lógica budista (Ta.Rig).  Inmediatamente me uní a la clase.

En los primeros tiempos en Manjushri, fue apodado cariñosamente ‘Yogui’ porque amaba tanto la meditación.  Incluso entonces, hace tantas décadas, el lado místico y ‘de otro mundo’ de ‘Yogui’ estaba mostrando su presencia.  Aunque su actitud era muy amable, su discurso era poderoso y pronto se convirtió en un líder de la comunidad.

Poco después de llegar me ordené. El momento de mi ordenación me resultó un periodo difícil y Tharpa, con su risa, alegría y amabilidad, fue una de las personas que me mantuvo encaminado en los inicios.

En el fondo, Guen Tharpa era un místico.  El flujo de su energía era profundo y poderoso.  Tenía una ensoñación flotante que estaba en sintonía con la comprensión de los misterios de la vida y de la muerte.  Poseía la paciencia eterna de una gota de agua que desgasta la roca.  A lo largo de los años, esta paciente y profunda exploración del Dharma hizo que una sabiduría profunda comenzara a crecer dentro de él.

La gente a veces se exasperaba con su incapacidad para ajustarse a sus expectativas.  Poco sabían que era solo porque marchaba al ritmo de un tambor diferente… Un tambor con un ritmo más suave, alegre, que no era de este mundo.  Un tambor que era muy diferente de la cacofonía maníaca a la que muchos de nosotros parecemos marchar.

Hablar de la vacuidad con Guen Tharpa durante cualquier período de tiempo comenzaba a remodelar la realidad.  Otro de sus viejos amigos me dijo: “Un verano durante el ITTP (el Programa Internacional de Formación de Maestros), mientras estudiábamos los Chittamatrins, ‘Yogui’ y yo debatíamos todos los días sobre cómo todo es la naturaleza de la mente.  Sentí la vida muy ‘espacial’ (en el buen sentido) durante semanas”.

En los inicios, viajamos juntos a la India para hacer una peregrinación.  Fue una experiencia profunda, que creó entre nosotros un profundo vínculo.  Viajamos con otros dos monjes e hicimos una excursión salvaje a la montaña Banda de Buitres, donde Buda enseñó los Sutras de la Perfección de la Sabiduría hace más de 2500 años.  Hicimos la puyha de la Ofrenda al Guía Espiritual en la cima de la montaña.

Nuestras conversaciones fueron en su mayoría armoniosas y amistosas, pero no siempre.  Viajando de regreso desde la montaña Banda de Buitres en el tren nocturno, mientras me estaba deslizando agradecido hacia un sueño exhausto, fui repentinamente sacado de él por Guen Tharpa que descansaba en la litera sobre la mía, que estaba haciendo sus puyhas y cantando OM MANI PEME HUM muy alto.  Indignado, grité: “¡Yogui!  ¡Me acabas de despertar! ”  Él sonrió inocentemente: “Solo estaba cantando el mantra para arrullarte hasta que te duermas”.  ¡Sí, Guen Tharpa marchaba al ritmo de un tambor diferente!

Su coraje, fe y sabiduría naturales se combinaron para reunir la fuerza tranquila y la determinación para enfrentar los desafíos de la vida.  Un gran desafío fue su salud…

Guen Tharpa tenía alergias graves a los alimentos, al polvo y a los productos químicos.  Durante la mayor parte de los 40 años que lo conocí, cada día debía mantener una estricta adherencia a una dieta muy restrictiva y una estricta vigilancia de las condiciones externas.  A menudo, enfermaba a causa de condiciones desfavorables insignificantes.  En ocasiones llegó a estar muy enfermo.

Siempre fue muy estoico con su enfermedad.  La enfermedad fue uno de los principales maestros en la vida de Tharpa.  La enfermedad no pudo dominarlo, por lo que le enseñó la verdad de las palabras de Buda.  Cuando reflexiono sobre esto, empiezo a pensar que si alguien me pidiera que pronunciara una palabra que resumiera su vida sería esta: VICTORIA.

Mantener su salud implicaba una estricta disciplina;  sin embargo, la rigidez estaba en contra de su naturaleza: nunca pudo mantener una disciplina estricta de una manera rígida.  Lo que admiraba de él era su capacidad para adherirse a una disciplina estricta, pero de una manera tranquila y flexible.  Con naturalidad dormía una siesta, descansaba un poco, comía algo de comida sana, meditaba, salía a caminar, etc. La combinación de su naturaleza tranquila con el conocimiento de sus limitaciones físicas y la necesidad de estructura le hacía fluir durante el día, en lugar de ser un impedimento incómodo.  Era como ver fluir un río.

Esta cualidad de ser flexible pero firme también aparecía en su estilo de trabajo con las personas.  No había ni una pizca de rigidez en él, pero podía ser decidido y tenaz.  Combinando su habilidad con las personas y su fuerza interior, fue capaz de crear armonía en lugares donde reinaba la discordia y el conflicto.

Tenía una profundidad e inmensidad mental que le permitía manejar la intensidad de los sentimientos más fuertes de otras personas y sostener el espacio para que realizaran un trabajo interior profundo.  Con una rara combinación de genuina compasión y pragmatismo, pudo ayudar a los demás a navegar sus vidas espirituales y hacer un verdadero progreso en el camino hacia la iluminación.

A lo largo de estas décadas hemos tenido muchos debates profundos, agradables y, a veces, francamente divertidos sobre el Dharma.  De todas estas conversaciones, una en particular me transformó.  Hablábamos de la oración y Tharpa compartió una epifanía.

Describió el sufrimiento de esta vida como inevitable para la mayoría de las personas.  Con su expresión ‘estando en las nubes’ y a la vez totalmente concentrada, dijo que a menudo no podemos proteger a las personas que más amamos, que no podemos detener su envejecimiento, su dolor, su muerte.

Hubo un breve silencio en la conversación.  Tharpa sorbió otra cucharada de su sopa de espirulina verde, y yo asentí sabiamente mientras contemplaba la mejor manera de dar un bocado a una hamburguesa vegetariana.  Después de unos momentos masticando con seriedad reanudamos la conversación.  Me miró con ese encantador brillo ‘de otro mundo’ en sus ojos y dijo: “La manera de ayudarlos no es entristecerse, sino rezar para que podamos encontrarnos con ellos en vidas futuras y enseñarles el Dharma”.  Quizás era un razonamiento básico, pero en ese momento se arraigó en mi corazón.

Guen Tharpa fue uno de los primeros discípulos de Gueshe Kelsang Gyatso.  En ‘Ofrenda al Guía Espiritual’ hay una estrofa:

¡Oh Protector! donde sea que te manifiestes como un Buda,
que sea el primero entre tu séquito;
y que todo sea auspicioso para que logre sin esfuerzo
todos los deseos y necesidades, temporales y últimos.

No tengo ninguna duda de que en una vida anterior, Tharpa se sentó a hacer esta oración con profunda sinceridad y devoción.  La vida que acaba de vivir y dejar es una prueba cierta de ello.

Nacer entre los primeros discípulos del Guía Espiritual es una experiencia de inusual buena fortuna.  Eso no quiere decir que sea más fácil.  A menudo es más difícil y requiere ser un discípulo con una fe firme y muchas agallas.  A los primeros discípulos se les confía la responsabilidad de ser los primeros emisarios del Guru para enseñar aquello que puede resultar incomprensible para la sociedad. Tharpa creció espiritualmente en una época en la que no había libros de Dharma, apenas dos o tres Centros, una escasa red de apoyo de la Sangha y muchas supersticiones y mitos sobre lo que realmente era el budismo tibetano.  Sin embargo, triunfó y compartió lo que había aprendido con muchas personas.

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Hace tres semanas, conversamos por video llamada.  Acababa de salir del hospital en el que le habían diagnosticado un cáncer y regresó al Centro Madhyamaka, donde era el maestro residente.  Obviamente estaba feliz de estar de vuelta en casa, pero noté algo era diferente.  Su felicidad era profunda y casi ‘de otro mundo’.  Me recordó a un río profundo, tranquilo, suave, pero imparable.  Creo que había tenido una realización y estaba listo para partir precisamente porque había tenido esa realización.  Después de su muerte, otras personas me dijeron cosas similares:

“Estaba menos en este mundo y más apacible.  Parecía feliz de que algo iba a cambiar.  En retrospectiva, fue como si se estuviera despidiendo.  Como si se estuviera preparando para irse”.

O:

“Había hecho las paces con su enfermedad y su sufrimiento.  Ya no era su enemigo”.

Después del fallecimiento de Guen Tharpa, durante muchos días consecutivos y en muchos lugares diferentes, numerosas personas realizaron la puyha de transferencia de conciencia o Poua.  Le amaban tanto…

Tengo la absoluta convicción de que está en una Tierra Pura, que fue guiado allí por Gueshela poco después de dejar su cuerpo físico.  Probablemente Keajra porque amaba profundamente las prácticas de Heruka y Vajrayogini.

Guen Tharpa era sabio, poco ortodoxo, valiente y profundamente filosófico.  Mi querido amigo, soy mejor persona por haberte conocido.

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